Alí Syed y De la Serna, tras la reunión que mantuvieron |
Alí Syed aseguró hoy que el Club dejará de sufrir por problemas económicos a partir de ahora. Sin embargo, el mandatario indio sigue sin haber puesto un solo euro, y sin solventar ninguna de las deudas que el club mantiene tanto con jugadores como con Hacienda.
La llegada de Alí Syed ha devuelto un mínimo de esperanza al Racing de Santander y sus aficionados. Tras pasar momentos muy tensos, tras aquella Junta de Accionistas celebrada en diciembre, la llegada del supuesto -y digo supuesto porque de momento, las informaciones acerca del indio y sus negocios en el extranjero son muy poco esclarecedores- millonario indio abría un claro entre los nubarrones de la Ley Concursal que se cernía sobre las oficinas de Los Campos de Sport de El Sardinero.
Todo era ilusión. Con Alí, se pagaría la deuda con Hacienda, se ficharía a Zigic, se traería a Marcelino... Al final, uno de tres. Que no está nada mal, ojo. El problema es que mucho de palabra, pero pocos actos que demuestren algo, por ahora. Porque uno podría pensar que Alí está muy implicado con el equipo, viendo cómo reaccionó ante los goles de su equipo el sábado pasado, y de las declaraciones que ha venido haciendo estas últimas semanas, en las cuales ha llegado a firmar, que su intención es convertir al Racing de Santander en el tercer grande de España (una intención loable, pero muy optimista), o su intención de donar 100 millones a las arcas de Cantabria, para diversos proyectos. Pero de nuevo, todo son palabras, que se las puede llevar el viento cuando vengan mal dadas.
Tampoco quiero que se malinterprete mis palabras. Alí es posiblemente lo mejor que le podía pasar a un equipo que estaba prácticamente desahuciado. Ha inyectado una buena dosis de moral, e ilusión. Pero nada más. Y ahí está el problema. Que tampoco los aficionados deben confiar a ciegas en alguien que viene de fuera y pretende hacer cambios tan revolucionarios. Que puede que tenga una buena mano, o puede ser un farol. O incluso, ser un tahúr, y habernos hecho la trampa de saltar a la palestra en España para mejorar en otros negocios. Nadie lo sabe aún con certeza. Ojo avizor todos. ‘¡Al loro!’, que decía Laporta.
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