Tras 95 años bailando con la más fea, dejándose la piel en campos de barro de Tercera y Segunda División B, luchando por ascender a Primera, y por mantenerse ahí, los racinguistas prácticamente habíamos olvidado lo que era una temporada de éxito. Fracasos sonados, descensos, partidos malos y aburridos, eran la tónica habitual de un equipo que salvo alguna contada ocasión, ni tan siquiera daba sustos a los grandes. La temporada 2007/08 fue, para todo racinguista, como un oasis en mitad del desierto de Gobi. Algo increíble. Una temporada n la que se alcanzaron por primera vez las semifinales de Copa del Rey, y en la que se consiguió el acceso a competición europea por méritos propios. Las lágrimas que muchos de nosotros derramamos en aquella victoria sobre Osasuna en la última jornada, estaban más que justificadas.
Al año siguiente, nerviosos, expectantes, ilusionados como un niño que ve por primera vez un truco de magia, vimos nuestra clasificación en la eliminatoria previa, eliminando al Honka Espoo finés.Vimos como nuestro entrenador (el malogrado Juan Ramón López Muñíz), tiraba el primer partido en Holanda, ante el Twente, quizás el partido más fácil de la liguilla, por hacer experimentos y reservar a jugadores importantes, como empatamos ante Schalke 04, y la próxima parada, anteúltima de la liguilla, sería en el mítico Parque de los Príncipes de París, ante el Paris Saint-Germain.
El Racing llegaba apurado para obtener la clasificación para las eliminatorias. Necesitaba ganar al equipo francés, y esperar que el Twente no lo hiciera para asegurarse la clasificación. Partido histórico para los santanderinos, con 4.000 desplazados a la ciudad de la luz, pese a ser un día entresemana, y el mal tiempo predominante. El partido comenzó horrorosamente para el Racing, con un juego intimidado por las circunstancias, y graves errores defensivos que propiciaron los dos goles del PSG. La cosa pintaba mal. Ahora eran 3 goles los que necesitábamos para clasificarnos. Aún en la primera parte, se acortaron las distancias en el marcador, merced a un cabezazo de Garay tras un saque de falta. Y desde ese momento, tensión.
Tensión porque al Racing se le veía capaz de empatar o incluso ganar al PSG, pero no creaban peligro en exceso a la portería francesa. Hasta ese mágico momento para el racinguismo. Ese pase al hueco en horizontal, esa carrera de Gonzalo Colsa, ese golpeo al balón, ese efecto, y esa escuadra.Y el júbilo en las gradas y en todas las calles de Santander. Abrazos, alguna lágrima que otra, y mucha fiesta. Algun opción teníamos de pasar a la final, lo cual era motivo suficiente de celebración después de tanta derrota y fracasos.
El partido terminó con empate a dos, sensación de júbilo por la importancia de la cita y haber dado la cara. Orgullosos de ser verdiblancos. Y, además, también se vivió otro momento histórico, este control estratosférico de Jorge Gonçalves. Canela fina.
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