11 de febrero de 1995. Nuevos Campos de Sport del Sardinero. Ambientazo, con 23.000 espectadores para recibir al Dream Team de Johan Cruyff, debido a la necesidad de puntos que acuciaba a los cántabros, que pese al buen juego desplegado, no se veía recompensado con suficientes puntos para estar sin agobios. De hecho, el propio Tuto Sañudo, delegado del equipo por aquél entonces, aseguró poco después que aquél Racing jugaba muy bien, pero perdía casi siempre. Típico, por otro lado, de los equipos humildes.
Comenzaba el partido como todo el mundo esperaba, el Barcelona dominando, con alguna que otra ocasión en la portería defendida por José Ceballos, quien tuvo que emplearse en un par de acciones para evitar el gol culé. Stoichkov y Korneiev lo intentaban durante toda la primera parte. No obstante, saltó la sorpresa al filo del descanso. Radchenko coge el balón, y hace un pase al hueco, que deja a Esteban Torre solo en la frontal del área, desde donde fusila a Busquets de tiro cruzado. El Racing se adelantaba al vigente campeón de Liga (aunque un poco venido a menos esa temporada), al filo del descanso, con un gol de los que se llaman psicológicos. El descanso, momento del bocadillo, de la cervecita, sabía de rechupete a la parroquia racinguista que abarrotaba El Sardinero. Había que disfrutar mientras se pudiera el ir ganando a todo un Barcelona de Johann Cruyff, con Stoichkov, Guardiola, Ferrer, y Bakero en el campo.
Y comenzó la segunda parte. Radchenko y Popov, el tándem más recordado de la historia del Racing tras el Dúo Sacapuntos, hacían lo que querían con la defensa blaugrana, que se afanaba en cubrir y presionar a los rusos. Y fue precisamente Popov, quien en el minuto 51, alcanza el balón en el lateral izquierdo del ataque cántabro, y cuelga un balón al segundo palo perfecto. A una buena altura, y con fuerza, para ponérselo fácil al rematador. Y, por allí, por el segundo palo, siguiendo la trayectoria del balón, apareció Quique Setién, el cerebro de aquel equipo. El alma máter racinguista, que cabeceaba a la red el servicio del ruso, imponiéndose al zaguero azulgrana, llamado Pep Guardiola (¿os suena?) y mandando a Busquets a recoger el balón al fondo de las mallas. Las avalancha del fondo norte denotaba las ganas y las ansias de victoria que tenía aquella afición y aquel equipo.
Transcurre el partido, y en el minuto 68, Radchenko (¡¿quién si no?!) inicia el contrataque, cediendo el balón a Esteban Torre que le dobla por banda izquierda. Penetra en el área y cuelga el balón al segundo palo, para que, Merino, quien años después sería el sucesor del capitán Quique Setién, empujara el balón a la red, de una manera no tan elegante como lo hizo Quique. No obstante, era el 3-0, y El Sardinero se venía abajo. Un Barcelona desquiciado, incapaz de detener a Popov y Radchenko, con un Esteban Torre y un Quique Setién estelar, veía como una marea verdiblanca les pasaba por encima y no podían remediarlo. La imagen de Busquets, levantándose del fondo de la porteria, agarrándose a las redes de la porteria, es la imagen de la derrota, de la rendición de un equipo que esa misma temporada ya había encajado 5 goles en un partido, contra el Real Madrid, para mas inri.
De hecho, esta sensación de rendición y de pérdida de concentración se refleja en la acción que da lugar al cuarto gol del Racing. Un pase por alto al área, al que Busquets pretende llegar para despejar, y que falla de una manera casi cómica, dejando el balón franco para Radchenko, sin portero, ni obstáculos para marcar. Y así lo hizo el ruso. Los medios se frotaban las manos ante tal resultado. El que el año pasado fuera el todopoderoso F.C. Barcelona, no era más que una mera comparsa en manos de aquel aguerrido conjunto montañés, que no mostraba piedad ni misericordia. 4-0, cuatro goles que iluminaron el rostro de toda Cantabria, que por fin podía mirar de tú a tú a Barcelona. Los niños racinguistas al día siguiente podrían, por fin, presumir en el colegio de que su equipo ganó a los culés. David ganaba a Goliath, y de manera amplia. Pero aquello no había terminado.
En el minuto 88, el Racing tenía un penalty a favor. Angoy, sustituyendo a Busquets, se puso bajo los palos. La afición racinguista no se podía creer lo que estaba viendo. Era un hito histórico. El encargado de lanzar el penalty, Dimitri Radchenko, sonreía a Angoy, y le pedía que se pusiera en su siti, bajo la portería. Radchenko engañó a Angoy, y marcó por el lado derecho del portero. La manita al Barça estaba completa. El público seguía pidiendo goles, la gente cantaba, y la ovación al terminar el partido fue atronadora, conscientes, todos los asistentes, de que aquello era una gesta difícilmente repetible. De hecho, (y si la documentación no está equivocada) sólo una vez el Racing le había marcado 5 goles al Barcelona, y fue un 5-1 en Copa del Rey, en la época de Rafael Alsúa.
Durante una semana, Santander fue el centro del fútbol nacional. Algo lógico si tenemos en cuenta lo que gusta a la prensa las victorias de los humildes frente a los todopoderosos. Sólo he podido encontrar la portada de El Mundo Deportivo del domingo, 12 de febrero de 1995.
Aquí tenéis un artículo de El País de ese mismo día, en el que se narra el partido, y se titula El Racing desangra al Barça. Lo dicho, el epicentro del deporte en este país, aunque sólo fuera por un día.
Y sí, lo habeis relacionado bien. Este año, el primer partido del Racing es contra el todopoderoso Barcelona de Pep Guardiola. Yo sólo espero que no hagamos el ridículo como el año pasado. Que hay que intentar que tengan un mal día luchando, y no rendirse. Que los grandes también lloran, y es absolutamente posible ganarles. Y eso daría ilusión a una afición desencantada actualmente con el Club gracias a unos dirigentes egoistas y una mala gestión en general. Yo tengo la ilusión de ganar. Veremos qué hacen los jugadores.
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