11 oct 2010

Racing 5 - 4 Athletic




Corría el año 2007. 1 de abril. Comenzaba la parte decisiva de la temporada, en la que el equipo dirigido por Miguel Ángel Portugal aún soñaba con aquella quimera que era el participar en competición europea. El equipo verdiblanco, con el 'Dúo Sacapuntos' (Zigic y Munitis) en pleno auge, pretendían prolongar una buena racha deportiva, y definitivamente presentar candidatura a los puestos de arriba, mientras que el Athletic visitaba El Sardinero inmerso en una crisis deportiva que le hacía estar acariciando los puestos de descenso, de los que no se salvó hasta casi finalizada la temporada. 

El ambiente en 'El Sardinero' era fantástico, como en todos los partidos de esta índole, con mucha rivalidad no sólo deportiva, si no también política y social. Las gradas a rebosar, con gran número de aficionados visitantes (cerca de 4000 bilbaínos poblaban las esquinas sureste y suroeste del campo) y llenas de color con banderas verde y blancas y rojiblancas. Los típicos cánticos de esta clase de partidos comenzaban a aflorar, sobre todo por parte racinguista, quienes por una vez, veían el partido relajados, sabedores de que ese año no habría problemas a final de temporada. Sin embargo, los seguidores vasos si se encontraban algo más dubitativos, debido a la falta de costumbre de andar en el alambre sin red de seguridad.

Sin embargo, una vez comenzó el partido, las cosas se dieron la vuelta rápidamente. En el minuto 7, y merced a una falta directa lanzada por Luis Prieto, que rebotó en la barrera y despistó a Toño, y marcó el primer gol del partido. Los seguidores del 'Botxo' estallaban de júbilo, mientros que los racinguistas caíamos en una depresión de la que dudabamos si íbamos a ser capaces de salir en menos de 80 minutos. El resto de la primera parte pasó sin más pena que gloria, con muchos nervios, mucho intento de controlar el juego, y con pocas ocasiones. Los bocadillos hicieron su aparición en las gradas, y muchos de los allí presentes ya teníamos la sensación de que aquél iba a ser mejor momento de la tarde. Pero que equivocados estábamos. Todos nosotros. Y la afición rojiblanca también.

La segunda parte comenzó con mucho más ritmo, muchas más ocasiones, y, en un corner, en el minuto 58, Cristian Fernández (en su primer año en la primera plantilla) remataba en el primer palo un corner botado por Pedro Munitis, que alojaba el balón en las mallas. El partido estaba empate, y la parroquia santanderina rebosaba de emoción y éxtasis ante la más que posible (ahora sí) opción de ganar ese partido, y poder aspirar a algo más por una vez en nuestras vidas. Sin embargo, poco iba a durar la alegría, pues en el minuto 62, Joseba Etxeberría volvía a adelantar a los 'leones' con un tiro desde dentro del área tras un desajuste defensivo racinguista. Las esquinas rojiblancas del campo saltaban y se burlaban de los racinguistas que asistíamos a aquel desastre, y que apenas 3 minutos nos las dábamos muy felices. 

Sin embargo, como dice mi abuelo, la risa va por barrios, y tres minutos después del 1-2, Luis Prieto hacía un absurdo penalty a Óscar Serrano, quien prácticamente había perdido ya el control del balón. El encargado de lanzar el penalty sería nuestro especialista, Ezequiel Garay, quién, como siempre, lanzaría de potente disparo a media altura y a la derecha del portero, estableciendo el empate a dos en el marcador. Y, para más euforia, cuando apenas había dado tiempo a sentarse tras celebrar el empate, un estratosférico centro de Balboa (algún día escribiré sobre este chaval) rematado por Zigic de cabeza, adelantaba al Racing tres a dos, enloqueciendo a la grada, y haciendo que más de uno se tuviera que frotar los ojos por el trepidante ritmo del partido. Y a punto de haber más de un infarto en la grada estuvimos cuando en el minuto 77 de partido, entre Iraola (en propia puerta) y Zigic marcaban el que parecía que sería el resultado final de 4-2.

Pero de nuevo, la defensa del Racing volvió a hacer gala de su blandura, permitiendo dos minutos después del gol en propia de Iraola, marcar al Atheltic y establecer el 4-3, de nuevo con un Joseba Etxeberria peligrosísimo, quien tras un control fabuloso en el área, marcaba por bajo. Los nervios volvían a aparecer, esta vez opr todo el campo. En unos, por poder rascar algo en campo rival. A los otros, por no perder lo que se había conseguido con sangre, sudor y lágrimas. Y, de pronto, la hecatombe. En el minuto 82, tras un barullo en el área racinguista, Iraola remata a la red de potente disparo, ante el júbilo de los bilbaínos, que no se pueden creer el haber remontado, y la estupefacción de los verdiblancos, que veían alejarse la Uefa a cada segundo que pasaba. 

Con el 4-4, mucha gente comenzó a marcharse, para evitarse los atascos, las colas, y el apelotonamiento de las salidas del campo. Y, para su desgracia, en el último minuto de ese partido, se vivió lo que para mí, humilde escribiente de este blog, es uno de los momentos más gloriosos que he vivido en ese campo. Vitolo recupera un balón por banda izquierda del campo, hace un pase hacia el interior que recoge Munitis, quién con su velocidad por aquél entonces agudísima,  avanza, para ya en la frontal hacer un pase al hueco para el Gigante Verde', para Nikola Zigic, el hombre gol, quién tras recortar ante Iraizoz, marcaba el definitivo 5-4. Los abrazos entre desconocios contrastan con las manos en la cabeza y alguna que otra lagrimilla. Algunas lágrimas de tristeza, otras de felicidad.


Tras esto, el partido finalizó. Los racinguistas nos fuimos henchidos de orgullo, y sabedores de que quizás, tuviéramos alguna opción de clasificarnos para la Uefa. Y además, acabábamos de ganar a uno de nuestros rivales territoriales por excelencia. Hubo quien dijo que aquél partido sólo significaron 3 puntos. Yo digo que de eso nada. Aquello fue un momentazo que sólo espero poder volver a repetir, como la última jornada de liga de la temporada siguiente. Pero eso es otra historia que ya contaré.

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